viernes, 3 de junio de 2011

EL Hundimiento



El Hundimiento

Bruno Ganz, el actor fetiche de Enki Bilal, parece en principio una elección poco adecuada para encarnar a Hitler. Sin embargo Ganz resuelve con brillantez el carácter contradictorio del genocida de la Segunda Guerra Mundial en Der Untergang, un film de 2004 dirigido por Olivier Hirschbiegel. El actor es capaz de componer un personaje encantador e inquietante a la vez, que se mueve por impulsos caprichosos. Iracundo y enloquecido, abstemio y vegetariano, amable y repugnante. El Hundimiento relata los últimos días de Hitler en el búnker que constituyó su Cuartel General. Basado en las memorias de la secretaria del Führer, las de varios ministros y generales suyos como Albert Speer, y otros testigos presenciales, El Hundimiento es un prodigio de extraordinaria documentación. Una película coral con personajes magníficos, desde los grandes caracteres históricos a los pequeños ciudadanos anónimos. Fanáticos incomprensiblemente arrastrados por el pensamiento (?) de un loco. Seguro que podemos verle muchas concomitancias con actitudes que todavía sobreviven entre nosotros.


Es un Hundimiento con un cuádruple referente: Hitler se hunde físicamente, decepcionado, traicionado, atormentado por la enfermedad y el odio; sus sueños se hunden con la certeza de que el mundo que había planeado no tiene sitio en el futuro; el régimen se hunde dividido, desarbolado, sin esperanza, y Berlín se hunde ante la acometida imparable del ejército ruso. La película retrata el irracional fanatismo ciego del dirigente nazi y sus seguidores, las tensiones internas de un Alto Mando que no se atreve a arrebatarle el poder a un desquiciado y tampoco quiere capitular pues todavía está vivo el amargo recuerdo de la rendición incondicional de la Primera Guerra Mundial, el caos entre las ratas que abandonan el barco y los civiles, muchos de ellos aún niños, que se exterminan unos a otros acusándose mútuamente de traición, la ligereza de una voluble Eva Braun, el espanto de un mundo esquizofrénico en sus últimos estertores, imprescindible secuencia tras implacable secuencia. La locura de la guerra, en suma.

Una lúcida disección con minucioso detalle de la caída del poderío alemán. Un régimen podrido y endogámico en el que no hay compasión por los vencidos y sí un reinado del terror hasta el tenso final. El director se limita a mostrar los hechos ante nuestros hipnotizados ojos sin emitir juicio alguno justo hasta el fotograma final, cuando deja claro que los culpables fueron todos. La responsabilidad de un pueblo que aupó, animó, consintió o no quiso ver. Con eso basta, no necesita más. El Hundimiento compone una película extraordinaria y, por un momento, el retrato del fin del mundo. Un cautivador espectáculo, la fascinación de contemplar el horror de cerca. Clarificadora, reveladora, debería de ser de visionado obligado para tanto iluminado y tanto salvapatrias antes de que estemos condenados a repetirlo todo una y otra vez.




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